Las madres necesitan más: cómo ser la tribu que ella merece

La cena de Navidad de este año fue una hermosa mezcla de caos: niños riendo, comida siendo servida y y un ambiente de alegría en el aire. Pero entre todo eso, hubo un momento que se quedó grabado en mi mente: mi cuñada, sosteniendo a su recién nacido, tratando de servirse el postre.

En ese instante, le dije: “Estoy aquí. Déjame ayudarte.” Ella sonrió agradecida, pero el momento persistió en mi mente, llevándome de vuelta a mis primeros días como mamá. No pude evitar preguntarme: ¿por qué las madres sienten – sentimos – que no pueden pedir siquiera las cosas más pequeñas? ¿Por qué estamos tan condicionadas a luchar en silencio?

Yo también estuve ahí

Cuando vi cómo manejaba la cena y a su bebé, fue como mirar en un espejo. Yo también he estado allí—muchas veces. Ya fuera que recibiera invitados o visitara la casa de alguien más, el patrón era siempre el mismo: todos querían cargar al bebé, admirarlo y jugar con él. Mientras tanto, yo me quedaba atrás, recalentando mi comida o perdiéndome el partido de fútbol, porque alguien tenía que encargarse de los pañales o calmar el llanto.

Sentía que había desaparecido. Mi identidad se había tragado mi nuevo rol y parecía que nadie lo notaba. Ni una sola vez alguien dijo: “Siéntate. Yo me encargo de esto.” Y nunca me atreví a pedirlo, por mas que me hubiera encantado verme ese partido.

Excepto, claro, mi esposo. A través de todo el caos y la soledad, él es la constante que me ve. No espera a que le pida; él interviene, se ocupa de las tareas y se asegura de que me sienta apoyada.

Veo el mismo tipo de apoyo en mi hermano. Es un padre y un esposo increíble, siempre haciendo lo mejor para aligerar la carga. Pero incluso los mejores compañeros no pueden hacerlo todo solos. Por eso es tan importante estar para las mamás—ya sea tu hermana, amiga o vecina.

De una mamá a otra: déjame ser tu tribu

No sé cómo es una tribu tradicional, pero sé que debe sentirse como una responsabilidad compartida y un cuidado genuino. La maternidad no está pensada para ser un esfuerzo en solitario.

No voy a mentir—duele cuando te das cuenta del apoyo que otros tienen y tú no. Te hace cuestionar si importas, si tus necesidades son vistas, si alguien se presentará para ti.

Pero esta Navidad, me di cuenta de que podía hacer algo diferente. En lugar de lamentarme por lo que no tenía, elegí ser el tipo de apoyo que una vez necesité. Ver a mi hermano ser un compañero tan increíble para su esposa me recordó que el apoyo no siempre tiene que venir en grandes gestos—puede ser pequeños pero significativos actos.

En lugar de ir por el bebé, le dije a mi cuñada: “Déjame servirte el postre” Fue un acto pequeño, pero se sintió poderoso—una forma de ser el apoyo que desearía haber tenido.

Las madres merecen más que apoyo silencioso

Aquí está la cuestión sobre el apoyo: no es suficiente con decir: “Estoy aquí si me necesitas.” El apoyo silencioso se siente vacío. Pone la carga nuevamente sobre la madre para que pida, explique, o admita que está luchando.

Las madres merecen más que eso. Merecemos apoyo pro-activo y visible. Si ves a una mamá lidiando con demasiado, interviene. No esperes a que ella te pida si puedes servirle un vaso de agua—hazlo.

A la sociedad le gusta la idea de la “supermamá”—la mujer que hace todo con gracia y nunca pide ayuda. Pero esa narrativa es tóxica. Nos aísla, haciéndonos sentir como fracasadas si no podemos mantenernos al día. La verdad es que la maternidad no es fácil, y nadie debería tener que cargarla sola.

Un llamado a la acción

Si hay algo que quiero que recuerdes, es esto: está presente para las madres en tu vida (y no solo hablo de las nuevas mamás o de las mamás con recién nacidos). No solo con palabras, sino con acciones. Ofrécete a ayudar, aunque sea en las formas más pequeñas. Reconoce la carga invisible que están llevando y haz algo para aligerarla.

La maternidad no tiene que ser tan solitaria. No estamos hechas para hacerlo todo, y no deberíamos tener que hacerlo. Normalicemos intervenir, ofrecer ayuda y ser la tribu que todas merecemos.

Porque las madres merecen más.

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