Reflexiones de Fin de Año: Lo Que la Maternidad Me Enseñó Este Año
Al llegar el final del año, me encuentro reflexionando sobre el hermoso caos de la maternidad, un camino lleno de momentos que son tanto humildes como reveladores. No lo voy a endulzar: este año fue difícil. Fue una mezcla de alegría, agotamiento, desafíos inesperados y crecimiento, el tipo de crecimiento que solo la maternidad puede traer. Pero a pesar de los días difíciles (y de las muchas tazas de café frío), elijo enfocarme en lo positivo. Entre café frío y calcetines desparejados, aquí están algunas de las cosas que definieron mi año:
Momentos Clave
Ver crecer a mis hijos, N y E, este año ha sido un privilegio. La curiosidad de N no tiene límites—las preguntas que hace me recuerdan encontrar maravilla en el mundo que me rodea. Desde “¿Por qué el cielo es azul?” hasta “¿Los peces sueñan?”, sus ocurrencias me mantienen alerta y muchas veces googleando a altas horas de la noche.
Los primeros pasos de E fueron un momento de pura alegría—un recordatorio de lo increíble que es presenciar esos grandes avances en su desarrollo. Estos hitos, tanto grandes como pequeños, han sido una fuente de orgullo y gratitud.
Pero los momentos clave no siempre son sobre los niños. Este año, también celebré mis propias victorias: sobrevivir un vuelo de larga distancia con un bebé y un toddler, dominar el arte de la ducha en cinco minutos y, finalmente, preparar una comida que todos comieron sin quejas. ¡Pequeñas victorias que merecen grandes aplausos!
Retos Inesperados
Ser mamá lejos de tu gente trae sus complicaciones—o tal vez es solo lo que las redes sociales me han hecho creer con todo ese cuento de lo necesaria que es una tribu para criar. Este año, enfrenté momentos de nostalgia y la dificultad de manejarlo todo sin el apoyo inmediato de mis seres queridos. Hubo días en que sentí el peso de todo (lee mi post Cuando mamá y bebé caen enfermos juntos), pero esos momentos me enseñaron resiliencia y la importancia de pedir ayuda, incluso cuando cuesta.
Estar lejos de mi gente me hizo valorar aún más la necesidad de construir una comunidad de apoyo, aunque no sea la típica. Grupos locales de mamás, foros en línea e incluso charlas casuales en el parque.
Todavía estoy encontrando mi tribu, y eso está bien. Crear conexiones lleva tiempo y esfuerzo. He aprendido a valorar los pequeños gestos: una mamá que comparte su merienda en un momento de crisis o un mensaje alentador de una amiga que entiende. Estos momentos me recuerdan que el apoyo puede venir de los lugares más inesperados.
Cada paso hacia adelante es un avance para construir una red de apoyo, incluso cuando el progreso parece lento.
Adaptarse con Flexibilidad
Y Caos
Si algo me ha enseñado la maternidad, es que la única constante es el cambio. Las rutinas para dormir, las comidas favoritas, los horarios de siesta—todo está sujeto a cambios repentinos e inexplicables.
La flexibilidad se ha convertido en mi superpoder. Desde encontrar formas creativas de mantener tradiciones, hasta ajustar expectativas cuando los planes inevitablemente se desvían, este año me reforzó la importancia de adaptarse.
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¿Siempre funciona? No. ¿He sobornado ocasionalmente a mis hijos con snacks? Absolutamente. Para mí, la flexibilidad no se trata de perfección, sino de estar presente, dar lo mejor de mí y reírme del inevitable caos.
Descubrimientos que llenan el corazón
La maternidad está llena de sorpresas, y no solo del tipo que implica encontrar creyones en la secadora. Este año, descubrí la magia de crear nuestras propias tradiciones. Ya sea en una desastrosa pero divertida aventura horneando galletas navideñas (Horneamos galletas de Navidad y llevamos alegría a nuestros vecinos) o en bailes improvisadas en la sala, estos momentos me recordaron que debo frenar y disfrutar la alegría en lo cotidiano.
Hay algo especial en ver el mundo a través de los ojos de tus hijos. Para ellos, todo es nuevo, emocionante y digno de celebrarse—incluso las burbujas de jabón. Me han enseñado a encontrar belleza en las cosas pequeñas y a dejar ir la necesidad de tener una vida perfectamente organizada.
Crecimiento Personal
La maternidad me ha estirado de formas que no esperaba. Me ha enseñado paciencia (o algo parecido), creatividad y la importancia de soltar la perfección. Hubo momentos este año en los que dudé de mí misma—días en que sentí que no estaba haciendo lo suficiente o que no podía con todo. Pero he aprendido a aceptar el desorden y a ser más amable conmigo misma.
He comenzado a celebrar las pequeñas victorias—como superar una rabieta sin perder la calma o finalmente terminarme un café mientras aún estaba caliente. Estas pequeñas conquistas se suman y me recuerdan que lo estoy haciendo bien.
Gratitud
Más que nada, este año me llenó de gratitud. Por mis hijos, que me enseñan algo nuevo cada día. Por las risas, los abrazos y hasta los desastres que me recuerdan la vida que estamos construyendo juntos. Y por mi esposo, cuyo apoyo ha sido invaluable. Ya sea contándoles cuentos antes de dormir o haciéndome reír cuando estoy abrumada, él es mi compañero en todos los sentidos.
La gratitud ha sido mi ancla este año. En los días más difíciles, intento enfocarme en lo bueno—las risas durante el baño, los momentos tranquilos después de acostarlos y el amor que hace que todo valga la pena.
Mirando hacia adelante
Mientras espero el próximo año, estoy emocionada por lo que viene para nuestra familia. La maternidad es un viaje de crecimiento constante—tanto para mí como para mis hijos, y estoy muy agradecida de compartirlo con todos ustedes.
¿Cuáles fueron tus momentos más importantes como mamá este año? Me encantaría leer tus reflexiones en los comentarios o en las redes sociales. Sigamos aprendiendo y creciendo juntas.
Salud por más hitos, más risas y, con suerte, un poco más de sueño en el próximo año.
¡Les deseo a ti y a tu familia un año lleno de alegría!